Esta exótica producción australiana está dirigida (es un decir) por el tambiénaustraliano Philippe Mora, prolífico director y productor que además perpetró
Aullidos 2: Stirba, la mujer lobo (con la impresionante tetona, digo, teutona
Sybil Danning i el gran Christopher Lee) y Communion (con Christopher Walken),
y que está considerado por muchos como el “Roger Corman” de Oceanía.
El amigo Mora cuenta aquí la indigesta historia “romántica” de una actriz de
películas de serie B de las zonas rurales (una tal Imogen Annesley), que es una
mujer lobo marsupial (fugada de su manada, que le había concertado una
unión de conveniencia), con un agente artístico un tanto idiota. Él está tan
ciegamente enamorado que no se inmuta cuando se da cuenta de lo peluda
que es su chica, y decide colocarla en el cast de una película de terror de bajo
presupuesto que se rueda por la zona. Por ahí también están un antropólogo,
el Dr. Beckmeyer, y sus estudios sobre una raza de hombres lobo marsupiales,
y una bailarina de ballet rusa que, en secreto, es una mujer lobo no marsupial
que viene a reproducirse con los hombres-lobo locales, y que también tendrá
sus escarceos erótico-festivos con el buen doctor. Éste está decidido a demostrar
que los hombres lobo no representan un peligro y que deben ser estudiados,
pero el Gobierno no le cree y quiere destruirlos. El licenciado se acabará
uniendo a los licántropos en un intento de conducirlos a un lugar seguro en los
parajes del interior del país, en una persecución carente de ritmo e interés.
Esta serie B realizada con muy pocos recursos técnicos se rodó íntegramente
en Sidney y alrededores, según IMDB. Los actores, todos desconocidos por estos
lares, nos regalan un catálogo de muecas i mediocridad que pá qué, pero
Imogen Annesley por lo menos está bastante potente y alegra algo la vista.
Los efectos especiales de maquillaje, que incluyen el nacimento de un “werewolf
marsupial”, son de factura pobre, torpes y bastante hilarantes, y resueltos
sin imaginación ni buenas ideas de puesta en escena.
No existen referencias argumentales concretas a las dos entregas previas de la
saga, aunque la escena final en un remedo de los Oscar podria ser una alusión
paródica al final de la primera (y muy reseñable) Aullidos, con Dee Wallace
transformándose en medio de la presentación del Telediario. Ni siquiera se
aplica la convención de las balas de plata, que sí eran necesarias para acabar
con los licántropos en los dos films anteriores. Aquí basta con munición estándar
y punto.
Mora incrusta numerosos guiños cinéfilos (simpáticos pero insustanciales), como
que el director de la película protagonizada por la licántropa se parezca a
Hitchcock o que el doctor nombre a Rod Serling (creador de la serie The
Twilight Zone), y salgan pósters de La Mosca de Cronenberg y de otras obras
magnas de Mora, que no tiene aguela.
El hediondo guión, curiosamente, desprende un cierto tono favorable, comprensivo,
hacia la especie de hombres-lobo, y encima un pretencioso mensaje
final de conservación de la especies en peligro de extinción.
En resumen, la cinta es risible e insípida en prácticamente todos sus aspectos,
pero no funciona ni como horripilante comedia involuntaria, es decir, es sólo
“recomendable” para completistas del subgénero o para auténticos fans de la
saga de los licántropos iniciada con fortuna por Joe Dante en 1981.
Por JOAN PÉREZ.
Aullidos 2: Stirba, la mujer lobo (con la impresionante tetona, digo, teutona
Sybil Danning i el gran Christopher Lee) y Communion (con Christopher Walken),
y que está considerado por muchos como el “Roger Corman” de Oceanía.
El amigo Mora cuenta aquí la indigesta historia “romántica” de una actriz de
películas de serie B de las zonas rurales (una tal Imogen Annesley), que es una
mujer lobo marsupial (fugada de su manada, que le había concertado una
unión de conveniencia), con un agente artístico un tanto idiota. Él está tan
ciegamente enamorado que no se inmuta cuando se da cuenta de lo peluda
que es su chica, y decide colocarla en el cast de una película de terror de bajo
presupuesto que se rueda por la zona. Por ahí también están un antropólogo,
el Dr. Beckmeyer, y sus estudios sobre una raza de hombres lobo marsupiales,
y una bailarina de ballet rusa que, en secreto, es una mujer lobo no marsupial
que viene a reproducirse con los hombres-lobo locales, y que también tendrá
sus escarceos erótico-festivos con el buen doctor. Éste está decidido a demostrar
que los hombres lobo no representan un peligro y que deben ser estudiados,
pero el Gobierno no le cree y quiere destruirlos. El licenciado se acabará
uniendo a los licántropos en un intento de conducirlos a un lugar seguro en los
parajes del interior del país, en una persecución carente de ritmo e interés.
Esta serie B realizada con muy pocos recursos técnicos se rodó íntegramente
en Sidney y alrededores, según IMDB. Los actores, todos desconocidos por estos
lares, nos regalan un catálogo de muecas i mediocridad que pá qué, pero
Imogen Annesley por lo menos está bastante potente y alegra algo la vista.
Los efectos especiales de maquillaje, que incluyen el nacimento de un “werewolf
marsupial”, son de factura pobre, torpes y bastante hilarantes, y resueltos
sin imaginación ni buenas ideas de puesta en escena.
No existen referencias argumentales concretas a las dos entregas previas de la
saga, aunque la escena final en un remedo de los Oscar podria ser una alusión
paródica al final de la primera (y muy reseñable) Aullidos, con Dee Wallace
transformándose en medio de la presentación del Telediario. Ni siquiera se
aplica la convención de las balas de plata, que sí eran necesarias para acabar
con los licántropos en los dos films anteriores. Aquí basta con munición estándar
y punto.
Mora incrusta numerosos guiños cinéfilos (simpáticos pero insustanciales), como
que el director de la película protagonizada por la licántropa se parezca a
Hitchcock o que el doctor nombre a Rod Serling (creador de la serie The
Twilight Zone), y salgan pósters de La Mosca de Cronenberg y de otras obras
magnas de Mora, que no tiene aguela.
El hediondo guión, curiosamente, desprende un cierto tono favorable, comprensivo,
hacia la especie de hombres-lobo, y encima un pretencioso mensaje
final de conservación de la especies en peligro de extinción.
En resumen, la cinta es risible e insípida en prácticamente todos sus aspectos,
pero no funciona ni como horripilante comedia involuntaria, es decir, es sólo
“recomendable” para completistas del subgénero o para auténticos fans de la
saga de los licántropos iniciada con fortuna por Joe Dante en 1981.
Por JOAN PÉREZ.
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